La foto representa la estructura esencial de la poética fotográfica de Bresson: formalismo con una pizca de ternura. Estos dos elementos parece que se excluyen por definición de cualquier poética pero esta foto es un buen ejemplo de dos estéticas bien diferentes: por un lado el formalismo que proviene de una composición perfecta casi cartesiana, en la que los barrotes de la barandillas, las líneas de los peldaños, el bordillo de la acera en curva, forman un torbellino de lineas en el centro. Por otro, la aparición de una imagen -el ciclista, algo humano en definitiva- ajena a este contexto formal y que proporciona a la imagen un contraste conceptual claro.
Y los mas curioso es que es el azar lo que une estos dos universos poéticos. Es el famoso instante decisivo de Bresson lo que humaniza su fotografía. La premeditación del fotógrafo queda atenuada. Su función activa pasa a un segundo plano o más bien se complementa con alguna oscura ley del cosmos que ha dictaminado que por allí tendría que pasar un ciclista.
Y los mas curioso es que es el azar lo que une estos dos universos poéticos. Es el famoso instante decisivo de Bresson lo que humaniza su fotografía. La premeditación del fotógrafo queda atenuada. Su función activa pasa a un segundo plano o más bien se complementa con alguna oscura ley del cosmos que ha dictaminado que por allí tendría que pasar un ciclista.
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