Las fotos de Brassai me recuerdan el título de un álbum de Sydney Bechet, La nuit est une sorcière. Este húngaro con nombre parisino es el fotógrafo del embrujo nocturno de París, de los cafés, de la belleza anónima y solitaria de las calles trasnochadas, de las prostitutas y travestidos, de las parejas que ejercitan su deseo sin pudor en besos premonitorios.
Si Doisenau es el fotógrafo del París apolíneo, de las niñeras, de los policías, de los trabajadores, del amour, Brassai retrataría su lado más dionisiaco en el que la luz es la excepción, lo que aporta relieve y profundidad a la foto, el adorno de un bellisimo monstruo negro de aspecto civilizado.