La textura del papel parecida a la del lienzo, la impresión de que sus fotos son dibujos al carbón, la creación de una atmósfera vaporosa en la que las líneas aparecen desdibujadas al más puro estilo impresionista, el hecho de que las copias aparezcan firmadas como si fueran pinturas lleva a desconfiar. Pero sí, son fotos.
Al reivindicar la fotografía como arte Steichen puso el acento en el carácter único e irrepetible que tiene toda obra de arte en un doble sentido: en primer lugar en su aspecto puramente numérico cada obra es un ejemplar único, y aquí la fotografía tiene que superar una dificultad relacionada con su propia esencia. Steichen lo consigue trabajando la copia de forma artesanal, añadiendo virados y veladuras para que se vea la huella de su creador de manera que cada foto es un acontecimiento. En segundo lugar, alejando a la fotografía de la mera reproducción pasiva de la realidad y convirtiéndola en un acontecimiento creador no de “imágenes de la realidad”, sino de “imágenes en la realidad”, es decir, nuevos sentidos paralelos y referidos al mundo pero que no son el mundo, un universo estético cerrado sobre sí mismo pero perfectamente comunicable.
Parezcan fotos o no, dejando de lado lo que ocurra entre bambalinas, cada una de sus imágenes son verdaderos ejemplos de estados de ánimo imprecisos pero lúcidos, insinuaciones visuales que despiertan en el espíritu toda la hueste de sentimientos que nos han proporcionado el Romanticismo y que hacen que las cosas sean bellas sin saber por qué.
¡¡Feliz Navidad Bloggeros!!!
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